jueves, 20 de enero de 2011

¿Antropología o etnoargumento?

En los estudios antropológicos en México, como en otros países, y como una de las más importantes corrientes de la disciplina, se presenta de diversas maneras lo que yo llamaría el etnoargumento.
Se trata de una forma analítico/narrativa, un dispositivo, un formato, una estructura literaria - ver: Bruner, Edward M. (1986), “Ethnography as Narrative”, en Victor W. Turner y Edward M. Bruner (editores), The Anthropology of Experience, University of Illinois, pp. 139-155. Esta forma explicativa/narrativa (de autor único o con etnoautorías) se utiliza para analizar los elementos históricos, etnográficos, arqueológicos de tal manera que se muestra, a través de una conexión específica de esos múltiples y diversos elementos, la continuidad lógica e histórica de los sentidos, significados o valores supestamente implicados en esta conexión . Se parece en ese sentido a la lógica implícita en nociones como identidad o representaciones colectivas (por lo menos en el sentido de Carmagnani: El regreso de los dioses). Ideas como la del etnodesarrollo, la etnohistoria, la etnobotánica, la etnoveterinaria, la etnociencia, la etnoresistencia, implican esa clara conexión entre elementos en torno a un centro coherente y articulado, que persiste en el tiempo, más allá de las generaciones.


No es que no se reconozcan cambios o inconsistencias, lo que ocurre es que se colocan en un plano de accidentes, o de procesos que a pesar de su impacto en ese núcleo o corazón de significados y sentidos, no alteran la continuidad ni la capacidad de reproducción de la unidad preexistente (la etnohipótesis postulada por el antropólogo).
No es que no identifiquen esta unidad como una "construcción social" o "histórica", ni que desconozcan los cambios que han implicado las diversas luchas y negociaciones por la imposición de tributos, de comercio desigual, de diferenciaciones jurídicas y políticas que se expresan en derechos inequitativos, o en formas claras de discriminación entre "otredades". Lo que sugieren es que esa contrucción social de cualquier forma mantiene una continuidad, una fuerza implícita que la proyecta hacia el futuro, a veces justamente en contra de esas fuerzas "externas" que parecen disolverla. El ejempo más claro (y seductor) de este etnoargumento, en el sentido aquí planteado, es la idea del México Profundo (lo que en otro lugar he llamado "la invocación profunda de la etnicidad": “Invocaciones de lo étnico e imaginario sociopolítico en México”. En Liminar. Estudios sociales y humanísticos. Revista de investigación del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México. Año 3, Vol. II, núm. 2. Diciembre del 2005. http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74530206&iCveNum=5106).
No se trata de que no se identifiquen influencias de ideas que proviniendo de otros lugares (otras "culturas") son incorporadas y modificadas, para adaptarse a nuevos usos y significados que los originales creadores y usuarios de esas ideas e instrumentos ni siquiera imaginaron. Se recurre siempre a la idea de la transculturación, la mezcla, el sincretismo, o la apropiación. Pero se postula que, en todo caso, hay una base de significados claramente establecidos que produce la integración de los nuevos elementos. El sincretismo alimenta de algún modo la etnoverdad y el etno-punto-de-vista preexistente.
El etnoargumento, pues, es una forma de construir una imagen de la dinámica de los significados y los signos, de las formas de enteder el mundo, que presupone cierto etno-origen primigenio, que se repite a sí mismo a pesar de todas sus transformaciones (o contra ellas mismas). Y a pesar del sentido crítico en contra del etnocentrismo que la mayor parte de los autores del etnoargumento señalan, la etnorealidad está siempre en los "otros". Se identifica incluso la etnoparticularidad de los otros como una concidión cultural, casi una esencia; mientras que se cuestiona la artificialidad del discurso nacional o el nacionalismo, que pretende también crear particularidades o singularidades, pero que son, en muchos casos, impuestas. Cuando se identifica, y se habla entonces de esencialismo estrategico, se reconoce la artificialidad política del etnoargumento, pero se sigue otrorgando un cierto sentido de artificio más adecuado o expresivo de la particularidad cultural a la etnoexpresión, mucho más que el "otro", el nacional, el colonial, el imperial, colocado a partir de fórmulas discursivas espacializadoras, como externas, de afuera, de arriba, o en todo caso ajenas. (Me parece que algunos autores no alcanzan a identificar el carácter artificial, altamente selectivo, del etnoargumento y del nacionalargumento, que se convierten en dos variantes de una misma creatura política y literaria -ver, nuevamente, el ejemplo de Guillermo Bonfil, en México profundo).  El mundo sigue apareciendo como un entrecruzamiento de ondas expansivas, porducidas por explosiones en el aire o por impactos sobre el agua, ondas que se tocan, se juntan, pero se disuelven tan pronto se alejan del centro de origen y se acercan a los otros centros. La globalización y la modernidad también pueden ser entendidas con esta lógica de múltiples oleajes, como nos muestran por ejemplo Berger y Huntington en su libro Globalizaciones múltiples.
Finalmente, casi todos reconocen la importancia política del etnoargumento, y lo producen muchas veces con ese fin, por lo menos para la discusión politica dentro de la academia pero también en ámbitos de política social o de toma de desiciones sobre los recursos e instituciones públicas. Igualmente se presenta en el turismo, en las artes visuales, en la literatura y en los mass media; para regresar convertida en certeza del mundo a las relaciones cotidianas. Me parece en ese sentido que el tema de investigación realmente relevante, para una antropología emergente, sería no la "etnicidad" como un objeto preestablecido y evidente, sino la manera en que se producen una cierta forma de imagen del mundo social utilizando el formato del etnoargumento. Nuevamente, hay que hacer antropología de los productores de esos significados y de estos formatos, una antropología de los antropólogos.


Finalmente una recomendación de un artículo que va más allá de estas visiones:
Paula López Caballero: "The effect of othering. The historical dialectic of local and national identity among the orignarios, 1950–2000". Anthropological Theory, Vol 9(2): 171–187, 2009.



Por: José Luis Escalona Victoria

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