lunes, 11 de febrero de 2013

Lenguajes y discursos (respondiendo a Larsson)

Seguimos el diálogo, después de este largo paréntesis.
Efectivamente, se trata de una economía política de los discursos. Y claro, los discursos no son sólo palabras o mensajes emitidos verbalmente, ni se trata de eso que se formula (desde una perspectiva mentalista o subjetivista) como extensión de la subjetividad, de la consciencia como entidad separada. Estamos frente a un tipo de objetos que abarca el mundo humano en su conjunto. La manera en que ordenamos una sala para una discusión, es un conjunto de mensajes en sí mismos. El gesto con el cual saludamos a alguien a quien reconocemos cierta autoridad (que puede además estar instituída) es un mensaje, es un discurso, tanto como la posición de la silla donde esa persona se sienta con relación a donde me siento yo. Podríamos incluso decir que eso es lo que permite la transmisión de mensajes más allá de la diferencia de idiomas, puesto que la disposición y movimiento de objetos, de cuerpos como objetos de esa disposición, implica una cantidad de mensajes que se dicen sin decirlos verbalmente.
Esa movilidad de mensajes es una movilidad general, una economía humana en su conjunto. Adicionalmente, es una economía del poder, pues implica una serie de jugadas (en juegos del lenguaje-discurso-mensaje-movimientodeobjetos) en las que se producen jerarquías, imposiciones, ganancias y pérdidas, ya sea entre los participantes, como para el grupo de participantes frente a su entorno. Una junta ejecutiva de una empresa, o el hecho de entrar a un establecimiento y comprar una hamburguesa (vegetariana, si prefieres tú Martin) es una jugada en la economía del poder. Se invierte, se disfruta, se gana, se pierde. No hay garantía equitativa de ganancia, pero jugamos a ganar. Pero incluso cuando estamos en espacios de aparente exclusión del este juego, nos excluimos del juego como una jugada más, una apuesta a que podemos salir del juego, que se vuelve una jugada contra el juego siempre temporal, como al ir a una sesión de masaje o relajación (que además pagamos, entrando a otro juego).
Muchas de estas cosas pasan en múltiples dimensiones simultáneas, en las que nosotros podemos invertir conscientemente nuestros recursos (lingüísticos, económicos, políticos); pero hay otras dimensiones de nuestra estrategia que ni alcanzamos a considerar si no las pensamos y otras más que no podríamos ni pensar porque trascienden la cadena de consecuencias de nuestros actos y de las respuestas de los demás. Se producen entonces rersultados esperados y, como dice Giddens, resultados no esperados. Parece que la sociedad en su conjunto es una especie de acumulación de resultados no esperados que rutinizan o se modifican de manera variable, llegando en algunos casos a dar la impresión de que son independientes de las voluntades humanas. Pero siguen siendo hechos humanos, como en la cooperación que implica la formación de las instituciones y de categorías (sagrado-profano, persona, tiempo, espacio) como dice Durkheim en Las formas elementales de la vida religiosa. También como dice Marx, cuestionando a la filosofía Hegeliana:

“¿Es que estudiar todas estas cuestiones no significa exponer la historia real, la historia profana de los hombres de cada siglo, presentar a estos hombres a la vez como los autores y los actores de su propio drama? Pero, desde el momento en que presentáis a los hombres como los autores y los actores de su propia historia llegáis, dando un rodeo, al verdadero punto de partida, porque abandonáis los principios eternos de los que habíais partido al comienzo.” (Karl Marx 1847. Miseria de la filosofía. Siglo XXI, 1981. P. 97)

Y finalmente (por ahora), es esta clase de "realismo" científico que permite abordar el mundo social como un gran proceso de múltiples relaciones de poder. ¿Podría la lectura de estas conversaciones, de estos discursos en juego, ampliar los espacios de la crítica del poder, y del análisis de las relaciones de poder en sus múltiples dimensiones?

miércoles, 6 de febrero de 2013

Más sobre lenguajes de poder

Una colega me pregunaba hace tiempo sobre ejemplos más concretos de lo que yo llamaba los lenguajes de poder (en mi libro "Política en el Chiapas rural contemporáneo"). Allí mismo, señalaba yo, hay algunos ejemplos, como cuando una persona del pueblo que estudié, un campesino descendiente de antiguos peones de una hacienda o finca agrícola, describía el infierno como una finca. El dueño del infierno era un patrón, y su ayudante era como un capataz, y los que llegaban al infierno se convertían en trabajadores del pukuj o demonio para toda la eternidad. En un cuento publicado por la UNAM (Gómez, Ruz y Palazón: Palabras de nuestro corazón. Mitos, fábulas y cuentos de la narrativa tojolabal) un hombre narra un viaje al infierno y describe que todo allí es al revés: la comida no son frijoles sino garrapatas, el pozol (bebida de maíz con agua) no es de maíz sino de pus de heridas de animales, y la leña para el fuego no es de madera sino de huesos.
Esas narrativas me recordaban otras historias, como las que relata Geschiere (The Modernity of Witchcraft) sobre las ideas sobre la brujería en Camerún, y su articulación con la expansión del dinero, el trabajo asalariado, las mercancías, y las instituciones de estado. Recuerdo un ejemplo revelador: una persona contaba un sueño que tuvo sobre un ataque de brujería, narrando cómo los brujos se llevaban las almas de los hombres, semidesnudos, con las manos atadas a la espalda y caminando por una vereda hacia las montañas. Geschiere se pregunta si el sueño no contiene también memorias de la captura de esclavos. Las narraciones sobre le diablo, el infierno, la brujería, sirven poderosamente para representar entonces las formas de sujeción y de explotación del trabajo, como lo muestran otros ejemplos (Taussig en Sudamérica, por ejemplo). Y el ejemplo extremo es la narración que habla del consumo de la vida humana, como una especie de canibalismo simbólico que representa otros canibalismos (esclavitud, explotación laboral, sometimientos corporales múltiples).
Ayer volví a ver la película Cloud Atlas, donde se entrelazan diferentes historias de tiempos distintos, para mostrar cómo las acciones y decisiones de un momento van dejando huella en las configuraciones históricas sucesivas. Pero además, mostraba otra faceta de lo que llamo los lenguajes de poder: el renacimiento permanente de formas de consumo de la fuerza humana. Me recordó también el libro de Seth Grahame-Smith: Abraham Lincoln, Vampire Hunter. La idea de que Lincoln (esta figura literaria) luchó contra el esclavismo por luchar contra vampiros que sobrevivían en el sur de los Estados Unidos gracias al tráfico humano, me pareció un ejemplo más de este uso de los lenguajes del poder para explicar las relaciones de poder.
Quiero ver la película de Lincoln......
 

Tensiones Antropológicas, LIBRO. José Luis Escalona, Sergio Zendejas, 2022

  Tensiones antropológicas. Reflexividad y desafíos en investigación Nuestro libro explora múltiples tensiones que emergen en la investiga...